Jugaste conmigo (y ni tanto porque ni siquiera nos besamos... Y me arrepiento un poco por ello).
Sí, jugaste, pero yo también jugué y quiero seguir jugando. A lo mejor por eso tu poca falta de interés me provoca malestar.
Pero ya está dicho, tus mentiras, a las que de repente me volví adicta, me hicieron feliz, por momentos pero muy feliz.
Debes saber que tan agradecida estoy que estaré aquí por si quieres volver a jugar... Ya las ganas que tengo de dormir no me dejan pensar con lucidez.