viernes, 19 de julio de 2013

Antípodas

Me sigue extrañando cómo a veces se acomodan las cosas. ¿No sucede a veces que nos topamos con cosas que no andábamos buscando pero son de nuestro mayor interés? O quizás no es que se acomoden sino que somos más estrictos con lo que estábamos buscando y por esa razón lo encontramos más fácil; atención selectiva, dirán algunos. Coincidencia, lo llamarán otros. Al parecer me voy a topar con lo que quiero encontrar.

Así me pasó hoy. Todo comenzó cuando veía el anuncio de un nuevo libro sobre Sabina que escribió su tocayo Joaquín Carbonell... ¿Sabina? ¿leí bien? Mis pupilas se dilataron (seguramente, yo no sentí nada y tampoco me acerqué un espejo para comprobarlo). Vi de qué editorial se trataba. Corrí hacia mis otros libros que tengo sobre Joaquín (las biografías que Menéndez Flores escribió hace un tiempo) y comprobé que no se trataba de la misma editorial. Sin embargo cogí "Perdonen la tristeza", lo hojeé y ahí estaba lo que aguardaba a mi lectura, así sin más, comencé a leer de una página cualquiera, al azar, sólo porque sí:

«Sabina y Anibas, por Joan Manuel Serrat
Dice el escritor peruano Julio Ramón Rybeiro que "todos tenemos un doble en las antípodas. Pero encontrarlo es muy difícil porque los dobles tienden siempre a efectuar el movimiento contrario".
Es difícil encontrarlo y más cuando se le busca, es cierto. En cambio, el doble da contigo siempre que le viene en gana.
El doble es alguien que está en nosotros, dentro de nosotros, y de vez en cuando se da a conocer, casi siempre para mayor gloria del personaje oficial.
Y tú le amas y le abominas y él a ti.
Y él te niega y te reconoce y viceversa.
El doble suele ser ese íntimo enemigo que te recuerda desde el espejo el paso de los años y el rastro de los daños. Ese mamón que nos traspasa las resacas de sus borracheras y las deudas de sus excesos y sus incompetencias. El monstruo que no nos cabe bajo la piel y nos arrastra con él por la vida para mostrarnos la belleza de lo inútil, para que nos enteremos de cómo lo sublime y lo sórdido caminan por la vida de la mano.
El doble es el compañero de viaje, el cómplice que siempre está del otro lado, sea cual sea el lado en el que se encuentre uno.
Mi doble se llama Tarrés.
Vivimos, el uno del otro y por el otro, manteniendo una relación a caballo del socio y el contrario, conscientes y resignados ambos a la "innoble servidumbre de amar seres humanos, y la más innoble que es amarse a uno mismo", como dijo Jaime Gil de Biedma.
Sabina, en cambio, no tiene dobles».

Aquí detuve mi lectura... El Doppelgänger, esa hermosa palabra alemana que se ha convertido en una de mis favoritas. Aquí aparece de nuevo ¿Y qué hice? No podía hacer otra cosa sino buscar el origen de esa frase de Julio Ramón Rybeiro, que tuvo a bien citar Serrat. Ya lo tengo en mis manos y seguramente lo reproduciré en alguna entrada apenas lo acabe de leer.

Sin embargo, toda la tarde estuve repitiendo parte de esa frase: "Todos tenemos un doble en las Antípodas". ¿Antípodas? ¿Es algo como el infierno? Pues nada, me tocó consultar el diccionario y... me encontré con una definición que no me esperaba, porque me desagrada el ejemplo:

[FOTO]
Por eso S. va a buscar a su Doppelgänger a China :)

Y otra cosa misteriosa del día, estuve viendo la ruta que tomaré mañana hacia el MUCA Roma, observé que muy cerca está la Fuente de Cibeles... Cibeles, Cibeles, repetía tratando de recordar algo sin saber bien qué. Luego supe que se trataba de la canción de Sabina "A la sombra de un león". No sé qué trato de decir. Quizá no quiera decir nada y sólo hacer mención de las cosas que deambularon por mi cabeza el día de hoy.

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